Adiós a las casas de La Plancha
Nostalgia y tristeza por dejar el hogar: Vecinxs fueron reubicadxs
Por Abraham Bote Tun
¿Qué es una casa? Una casa es un hogar: cada caricia, cada beso, cada abrazo es una casa. Es un espacio donde convives con las personas que amas. Es ver pasar el tiempo, ver crecer a tus amistades que jugaron contigo en la cuadra; ver morir a tus seres queridos. Es aprender a decir adiós.
Sentimientos de nostalgia y tristeza se respiraron en la calle 43A con 46 y 48 del Centro de Mérida. Ahí, 11 viviendas, que guardaron historias entre sus paredes, fueron demolidas debido a la construcción del gran parque de La Plancha.
Personas que han vivido toda su vida en estas casas, algunas con una vida de hasta 70 años, donde han crecido a sus hijos, e hijas, incluso han visto morir a sus parejas, se despidieron de sus hogares.
“Me va a doler mucho cuando vea que están demoliendo mi casa”, dijo José Lavadores con lágrimas en los ojos días antes de que su casa fuera solo un recuerdo.
Luego de varios meses de incertidumbre, de que el proyecto pasara en manos de diversas dependencias, las familias decidieron aceptar la oferta de ser reubicadas a otros espacios, que serán la herencia de sus hijxs o nietxs.
La reubicación fue a pocos metros sobre la calle 46 con 49.
Las casas que les fueron entregadas son de dos pisos con tres recamaras, dos arriba, una abajo, dos baños, sala, comedor, cocina.
El pasado 4 de diciembre, el gobernador Mauricio Vila Dosal y el presidente Andrés Manuel López Obrador realizaron un recorrido para supervisar los avances de esta obra, que representa una inversión de más de mil 300 millones de pesos y en sus más de 22 hectáreas de superficie contará con un abanico de atractivos y áreas para la sana convivencia y recreación de locales y quienes visiten Yucatán.
Una mujer adulta mayor, que llamaremos Valeria, se encuentra en su casa, su cabello se ha teñido de blanco, viste de manera elegante como si se preparara para salir de paseo. Su perrito no le permite hablar, por lo que prende una pequeña radio y se lo lleva a otro cuarto para que escuche. Es su juguete favorito.
“No nos queda de otra, no nos están dejando en la calle, nos están dando otro hogar, si no lo aceptamos vamos a perder todo”, dice la mujer, quien es una de las personas que expresó su sentir antes de ser reubicadas.
Valeria confiesa que en esos días estuvo “muy apachurrada”, recordando viejas imágenes del pasado; ver correr a sus hijas, a su difundo marido y se ha tomado el tiempo para apreciar el esplendor de su casa, que todavía permanece firme.
“Veo toda mi casa, está alto el techo, mis muebles”; expresó.
Su casa, en la cual vivió 50 años, fue una herencia de su suegro hacia su marido, quienes eran ferrocarrileros. “Mi hija llora porque aquí nació, aquí creció se pone triste”, señala.
De su casa extrañará la convivencia, pasar la Navidad, Año nuevo, su enorme patio, sus paredes. Todo.
“Todo lo que ya está viejo, para afuera, nada más que a mí no me saquen”; bromeó.
Algunos aceptaron la decisión pensando en el bienestar de su descendencia; pues saben que sus actuales casas presentan deficiencias por el paso del año, pero otros vieron con resignación como el lugar donde crecieron se esfumó-
“Desde que nací estoy aquí, mi papá vivió en esta casa que tiene más de 70 años de antigüedad”, relató días atrás José Lavadores.
El señor comentó que las autoridades les dijeron que, de no aceptar, tendrían que llegar hasta un juicio, por eso al final decidieron evitar ese trámite.
“No sabemos mucho la verdad, no nos han dicho nada; sólo que ya mero se terminan las casas”; dijo otra vecina, quien prefirió el anonimato. La entrevistada indica que la casa fue una herencia de los abuelos de su esposo. “Hay una tristeza en dejarla, no fue fácil la decisión”, afirma.
Las y los vecinos abrazaron sus recuerdos, las fotos mentales del tiempo pasado en este espacio permanecerá intacto en sus corazones.
“Mi casa es tu casa. Mi abrazo es tu casa”, dijo doña Valeria con tanta sabiduría mientras se despedía a través de su ventana.
