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Amazonas de Yaxunah, llegaron, ganaron, e hicieron vibrar el campo de Santa Rosa en Mérida

Las Amazonas de yaxuna no solo llegaron al campo de sotfbol de Santa Rosa en Mérida para ganar por 20 carreras a 15, a las Estrellas Meridanas, sino que cautivaron al público que se les entregó por completo durante las 7 entradas, al grito de “¡Amazonas, Amazonas, Amazonas!”

Por David Rico

Mérida, Yucatán, 26 junio de 2022.- Eran las 9.30 de la mañana, faltaban treinta minutos para el arranque del juego entre las Amazonas de Yaxunah y las Estrellas Meridanas, y el campo de la colonia Santa Rosa en Mérida hervía de gente, mujeres, hombres, niños, niñas, que llegaron al lugar para, casi de inmediato, entregarse al equipo de sóftbol conformado por mujeres mayas, que disfruta, que hace disfrutar, que juega y gana.

Lo sucedido en la colonia Santa Rosa es solo el preludio de lo que pasará en una semana, donde pisarán el Kukulkán para brindar el primer juego de sóftbol femenil en dicho estadio, donde enfrentarán a La Natividad de Sucilá.

Fueron 7 entradas, vibrantes, de aplausos, de risas, de un público que ese volcó en apoyo y elogios para el equipo visitante, conformado por mujeres, jóvenes y adultas, que no llevan zapatos, juegan descalzas, con el tradicional hipil, con mucho carisma, sonrisas, abrazos, apoyo solidario en todo momento. Llegaron, ganaron, gustaron, se llevaron el juego por 20 carreras a 15.

Las Amazonas dominaron todo el encuentro, salvo la sexta entrada que las de Mérida se acercaron peligrosamente para poner una diferencia de cinco carreras en el marcador, pero no fue suficiente. El ambiente, el contexto, hacían saber que las de Yaxunah se llevarían el encuentro.

La victoria estuvo encabezada por la capitana y estrella del equipo, pitcher y bateadora, Citlali Poot Dzib, a la que se le escuchaba gritar de cara al público, una y otra vez: “¡Amazona de corazón!” Lo mismo gritaba a sus compañeras, las acomodaba en el campo y cuando las rivales se acercaron en el marcador fue enérgica, dio instrucciones: agarrar la pelota, no tener miedo, estar seguras, pegarle a la bola.

Decenas de personas gritaban en las gradas y alrededor del campo, y no importaba el solazo que caía a plomo, ahí estaban todos y todas, en los techos de las casas, con sombrillas, gorras, toldos improvisados, lo que fuera necesario para disfrutar del juego.

Y el público conocedor también se volvió sabio y daba consejos e instrucciones llenas de conocimiento a las Amazonas: “espera la bola, ten mucha vista”, “cuando la sientas cómoda pégale”, “mucha vista”, “aprieta la mano, la tienes floja, por eso están lanzando alto”, “no importa, con confianza”.

De alguna forma, las visitantes, las de Yaxunah, se volvieron locales, apoyadas por la gran mayoría del público. Al final no defraudaron, se llevaron el juego por un margen amplio, así, sin más, jugando nada más.

Las Amazonas no usan guantes, ni un uniforme, tampoco llevan zapatos especiales, ni calcetas, vuelan sobre el campo descalzas y cada una se muestra con un hipil multicolor, el de su elección, por alguna razón, la mayoría en todos azules. Llevan también una gorra azul, con el nombre del equipo “Amazonas”; usan sus guanteletes, aunque muchas veces cachan la bola con la mano y los bates, solo eso.

Es cierto que Santa Rosa se rindió a los pies de Las Amazonas, pero ellas hicieron lo propio, porque en todo momento agradecieron al público, se entregaron, dieron un buen juego y, al final, se dieron el tiempo para saludar a toda la concurrencia y para tomarse fotos, dar entrevistas.

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