Opiniones

El infame corral de prensa

Debe quedar claro que el ignominioso corral de prensa, usado en todo tipo de eventos oficiales, incluido el último evento en Chichén Itzá, no busca poner orden o simplemente agrupar a las y los comunicadores, sino que es una forma de ejercer el poder, de acorralar, de controlar la información, de colocar en una posición de sumisión; el corral está relacionado con el ganado y aplicado a seres humanos solo tiene que ver con la indignidad.

Por David Rico

Mérida, Yucatán, 08 septiembre del 2023.- Con bombo y platillo se anunció que el pasado 02 de septiembre el presidente Andrés Manuel López Obrador inauguraría la zona arqueológica de Chichén Viejo, en el marco de las primeras pruebas que se llevaron a cabo a bordo del Tren Maya, un evento que lucía atractivo, en términos informativos, pero que resultó en una pesadilla para un buen número de compañeros y compañeras de los medios de comunicación.

Se citó a los medios para el acceso a la zona arqueológica de Chichén Itzá a la 1.30 de la tarde, para el evento programado a las 3.15. Precavidos, algunos compañeros y compañeras llegaron temprano, a la 1 de la tarde o menos, tuvieron que salir más o menos a las 10 de la mañana de Mérida. Luego, tuvieron que esperar largas horas a que llegara el presidente y su séquito; el evento arrancó, de manera formal alrededor de las 6.45 de la tarde.

La espera de por sí es grave, porque, además, el convoy del presidente se detuvo por un largo lapso de casi dos horas antes de llegar a Chichén Itzá y se habló de una falla en el tren, que al menos hubiera justificado la tardanza, pero no fue así, el presidente López Obrador que solo fue una pista técnica (de casi dos horas) que se debió a las labores de supervisión; dio una leve disculpa, a todas luces forzada.

No se enteró que algunos comunicadores que llegaron de la Ciudad de México para cubrir el evento perdieron su vuelo de regreso por el atraso, otras compañeras no vieron a sus hijas o hijos durante todo el día, otros más quedaron mal con compromisos que habían adquirido antes, en tanto otros más no pudieron llegar a un concierto, por ejemplo, que se realizó en Mérida y que habían planeado asistir con semanas de anticipación, además de perder lo que costó el boleto, desde luego.

Habrá que sumar, además, que una vez que terminó el evento se impidió a la prensa salir de corral de que hablaremos más adelante, sino hasta que se fuera el presidente. En esto, hay que considerar, no solamente las incomodidades y molestias, sino también el riesgo de tener que manejar al menos dos horas de regreso a Mérida, ya de noche, sin comer, cansados, insolados, para llegar a las respectivas redacciones a escribir las notas, bajar fotografías, editar y un largo etcétera.

Pero el tema de este texto es el ominoso corral de prensa, sí, porque todos los que llegaron a Chichén Itzá fueron colocados de inmediato en este corral,  bajo los lacerantes rayos del sol, sin opción a salir, así lo determinaron los elementos del Estado Mayor Presidencial o como le llamen ahora.

Por horas, sin comer, bajo el sol, las y los compañeros aguantaron, al pie del cañón, y solo después de varias discusiones y reclamos, les acercaron algunas aguas o galletitas, insuficientes. Tuvieron que permanecer dentro del corral, atrapados, expectantes. Y uno se pregunta si lo más lógico, estando en una zona como Chichén Itzá, con extenso territorio, no hubiera sido que pudieran salir, estirar las piernas, sentarse bajo un árbol, pero no. Siempre dentro del corral.

Y no es un tema de la visita del presidente López Obrador. Si bien el corral es de uso obligado en eventos de presidencia, se usa también en eventos del Gobierno estatal y, cada vez más, en eventos del gobierno municipal.

Pero este corral no busca organizar a las y los comunicadores, sino que es una forma simbólica de ejercer el poder, de usar una estructura diseñada para el ganado, en un grupo de comunicadores y comunicadoras que tienen como premisa dar información de primera mano a la sociedad y, por añadidura, lo que se busca es controlar la información.

Repito, el corral es una práctica relacionada con el ganado, que aplicada a seres humanos tiene visos de indignidad y que, aplicada a periodistas, camarógrafos y comunicadores en general, tiene el claro objetivo de acorralar, de colocarlos en una posición de sumisión, un ejercicio del poder claro, de control del cuerpo, de ponerlos en una posición de entrega.

El poder no es un ente antropomorfo, ni una gran maquinaria diabólica, es algo que se ejerce. Para Michel Foucault, el poder se ejerce solo sobre sujetos libres y se trata de una forma de actuar sobre los cuerpos, a través de controlar sus acciones posibles. El ejercicio del poder es “un conjunto de acciones sobre acciones posibles; opera sobre el campo de posibilidad o se inscribe en el comportamiento de los sujetos actuantes: incita, induce, seduce, facilita o dificulta; amplía o limita, vuelve más o menos probable; de manera extrema, constriñe o prohíbe de modo absoluto”, señala.

Por lo antes expuesto, con este ignominioso corral de prensa no puede haber libertad de expresión ni de prensa, al menos en las intenciones de quienes los aplican. Es, más bien, una forma de tratar de limitar la actividad y, simbólicamente, señalar quien tiene el control de los medios y de la información. Sin embargo, ante todo ejercicio del poder, siempre hay procesos de resistencia.

Al final, la visita de largas horas a Chichén Itzá fue tiempo perdido, porque no se permitió a los medios siquiera visitar la zona de Chichén Viejo que era el objetivo del evento; el recorrido por este sitio fue solo para los funcionarios y sus invitados, incluidos adinerados empresarios. Los medios en el corral, cuando en todas las largas horas pudieron ir a tomar imágenes, fotografías, etc. En su mensaje el presidente dijo nada relevante, un largo discurso convertido en una inauguración simbólica de un sitio como es la Serie Inicial que sigue cerrado al público.

Deja un comentario