Mérida bailó al ritmo de Son Rompe Pera
Por David Rico
Mérida, Yucatán, 19 de octubre de 2025.- Son Rompe Pera no salió al escenario: irrumpió, asaltó, hizo suyo el templete. Desde el primer golpe de marimba se sintió que no venían a tocar, sino a sacudir, a hipnotizar. La madera sonó como metal caliente, dulce; las baquetas volaron, las percusiones lanzaban fiesta pura, la guitarra gritaba, y el público entendió pronto que estaba frente a algo más que un concierto. Era barrio, ritmo, cumbia y resistencia sonando al mismo tiempo.
Esta noche, en el Centro de Convenciones Siglo XXI de Mérida, dentro del encuentro “Original. Encuentro Textil Mexicano”, los de Naucalpan prendieron fuego con su mezcla de cumbia, punk, ska y rockabilly. Mientras en los pasillos se mostraban los oficios que resisten al olvido, Son Rompe Pera puso la banda sonora de esa misma lucha. Su cumbia punk fue otro modo de decir lo mismo: que preservar la cultura no es conservarla quieta, sino hacerla vibrar.

Los Son Rompe Pera contaron que aprendieron a tocar marimba con su padre, en las calles, en fiestas y bautizos, cuando la música era oficio más que sueño. Ese origen se notó en cada tema: una energía sin artificios, de puro corazón. Tocaron con la fuerza de quienes no necesitan demostrar nada, porque ya lo han vivido todo.
Abrieron con “Cumbia Buena”, siguieron con “Cumbia Algarrobera” y “F.O.O.S.”, y en cuestión de minutos el lugar se volvió un baile colectivo. Nadie se quedó quieto. Niños, jóvenes, adultos, abuelas: todos entraron en el mismo ritmo. La cumbia dejó de ser un género para convertirse en una especie de lenguaje común.

El sonido fue una declaración. La marimba dialogó con la distorsión de la guitarra y el bajo sin perder su dulzura. Sonaba moderna, pero con alma antigua. En ese choque de tiempos estaba la magia: la cumbia transformada en punk, el punk vuelto raíz. Y a todo eso se sumó la fiesta huapachosa, con destellos de cumbia rebajada, sudor y baile desbordado. Pura fiesta.
No faltaron los guiños a The Clash, Los Ramones y El Tri, pero lo que predominó fue la identidad propia. Tocaron “Los Chucos Suaves”, “Noche de las Estrellas”, “Reina de Cumbia” y “Cumbia pa’ tu madre”, hasta llegar al momento inevitable: “Cumbia is the New Punk”, el tema que define su espíritu. Cuando sonó, el público explotó. No hubo poses ni discursos: solo baile, sudor y alegría compartida.

Nada más punk que quien tocaba los bongos, que esa noche llevaba puesta una playera de The Adicts, la emblemática banda británica que terminó su carrera con un concierto reciente en Ciudad de México. Un guiño discreto pero contundente: mientras la marimba y la cumbia arrasaban el escenario, los símbolos del punk recordaban que la rebeldía también se viste y se lleva puesta.
Cerraron con “El Pájaro Zenzontle”, y fue como si el aire se llenara de alas. La marimba quedó sola, resonando sobre la multitud, y por un instante todo se detuvo. Luego vinieron los aplausos, largos, de pie, agradecidos.

Lo que Son Rompe Pera hizo esta noche fue más que música: fue una reafirmación de lo que somos. Demostraron que la tradición no es pasado, sino impulso; que los sonidos del barrio también pueden ser arte mayor. En un país donde el rock a veces parece perder el filo y la cumbia sigue viva, ellos encontraron el punto exacto: el lugar donde el baile y la rebeldía son la misma cosa.
Y cuando parecía que todo había terminado, Son Rompe Pera regaló un último abrazo sonoro: “Cariñito”, de Ángel Aníbal Rosado, esa joya popular que Lila Downs ha vuelto himno. La cantaron con el alma, entre sonrisas y coros del público, como si el barrio entero se uniera en una sola voz. Fue un cierre luminoso, tierno y poderoso a la vez, donde la cumbia se volvió afecto y la marimba, corazón abierto.

Y así se fueron, sonrientes, humildes, compartidos, dejando tras de sí un eco de madera y electricidad. La gente seguía moviéndose. Porque cuando una banda toca con verdad, el ritmo tarda en irse.








