Reportajes

Mirar a la muerte a los ojos

Trabajar en un cementerio, como encargada, sepulturero u operador del horno de cremación, es ver la muerte cada día y es, también, presenciar el dolor de los familiares que pierden a un ser querido.

Por David Rico

Mirar a la muerte a los ojos, todos los días, sentir el dolor de quienes pierden a sus seres queridos, presenciar la partida al más allá de un infante, de una madre, de un padre, de un amigo, así es la labor de quienes ejercen oficios que no cualquiera: un sepulturero, operador del horno de cremación o la jefatura de panteones del municipio.

Entrevistados por separado, quienes llevan a cargo la difícil labor de tratar con cadáveres y con los familiares de quienes ven morir, enterrar o cremar a un ser pariente o amigo, narraron su experiencia a Líneas Emergentes.

Es un hecho que en estos días de muertos o de Janal Pixán, se celebra a la muerte, se le trae al mundo, se le representa en disfraces, dibujos. Se le ponen ofrendas, se juega con ella, se le habla, es normal. La muerte se vuelve festiva, pero en otras épocas del año, se le teme o se le prefiere lejos.

Estar a cargo de los panteones en Mérida, ser sepulturero o trabajar en la cremación de cadáveres es llevar a cabo trabajos difíciles, sin duda, pero los tres que se dedican a ello coinciden en que con los años se han ido acostumbrando a ver a la muerte todos los días, de frente, a los ojos, ahora ya sin reparos, sin temores. En un inicio tal vez les fue duro, sí, pero con los años han aprendido a ver con indiferencia la partida al más allá.

Lo que sí, cuesta y mucho, es lidiar con los familiares, verlos sufrir, saber qué decir para reconfortar. Además, hay dolores que se sienten más, como cuando las personas acuden al cementerio a enterrar a un ser querido que lleva poco tiempo en este mundo, es decir, un recién nacido, un niño o niña.

Yaneth Avilés Burgos, jefa del Departamento de Panteones del Ayuntamiento; Enemías Lara Damián, sepulturero desde hace 20 años; y Antonio Canché Sulub, quien desde hace 8 años opera el horno de cremación de Xoclán. Ellos narraron su experiencia y su trato, en el día a día, con la muerte.

Al respecto, Yaneth señala que, aunque lleva alrededor de 7 años trabajando en el cargo, en el Cementerio Xolclán, hay cosas a las que no se acostumbra, como el dolor de las familias.

Yaneth Avilés Burgos

–A mí todavía me cuesta mucho trabajo cuando entro y hay familia y hay familiares, con dolor por la pérdida de su ser querido. No sé si decir buenos días, porque qué tan buenos pueden ser para ellos. No sé todavía, llevo unos 7 años trabajando aquí y todavía no sé como comportarme o qué decir.

–¿Qué tan difícil es para ti este trabajo que haces, es decir, estar todos los días frente a la muerte?, pregunta el reportero.

–La realidad es que es un poco difícil, emocionalmente; a pesar del tiempo que tengo trabajando aquí, todavía no me acostumbro. A veces, ver el dolor de la gente. En algunas ocasiones salgo sentida, con una sensación de tristeza y en otras ocasiones tienes que entender el momento que está pasando la gente, cuando de repente te piden algo y no es posible, ya sea por cuestión legal o administrativa.

–No es fácil, al menos a mí, en lo personal todavía me cuesta un poco de trabajo, no cuando vengo a trabajar y estoy haciendo mis cosas normales, sino cuando me toca atender a un familiar que tiene una situación y tengo que hablar con él y me está explicando su dolor, el momento difícil que está atravesando, eso es lo complicado y yo creo que la mayoría aquí no pude hacer caso omiso a ese sentimiento de la gente, indicó.

Enemías lleva 20 años de sepulturero, empezó a los 18 a trabajar en el cementerio, en el área de jardinería y luego tuvo la oportunidad de tomar otro encargo, el de inhumar y exhumar cuerpos, labor que para él es habitual el día de hoy.

–Sí es algo duro, estar enterrando gente todos los días, a las personas mayores, pero en especial es difícil cuando se entierra a los bebés, dijo.

–¿Recuerdas algún caso que te haya marcado, que haya sido más doloroso en todos estos años?

–Pues el caso de un primo, de un familiar directo, pero los casos más difíciles son cuando entierran recién nacidos, la gente llora más, señaló.

Para él, su trabajo es simple, casi mecánico, así lo vive, es la única forma de poder ver a la muerte todos los días a la cara.

–Lo que hago es exhumar e inhumar. Sacar restos cuando es necesario y también recibimos el ataúd, lo bajamos, lo asentamos, después ponemos las tapas y se le pone el material encima, explicó.

Según dijo, a pesar de la naturaleza del trabajo que desempeña nunca ha tenido pesadillas, o temor de ver cadáveres.

–En algún punto sí sientes temor, pero te acostumbras, poco a poco te vas acostumbrando. También es duro ver a los familiares, pero te vas acostumbrando, poco a poco. En mi casa también lo ven ya normal, llego como si nada, no les da miedo, expuso.

Antonio Canché Sulub, lleva trabajando en el horno de cremación desde hace 8 años y considera que es difícil porque alcanza temperaturas de hasta 2 mil grados centígrados, pero, además, hay que manipular los cuerpos, meterlos para su cremación, ver como se mueven algunas veces por efecto mismo del fuego y al final, incluso, hay huesos que no se incineran del todo y hay que molerlos.

–Llegando acá lo metemos en una plancha ya de allá lo metemos al horno y esperamos una hora que ya tenga la cremación y es moverlo y así la otra hora, mencionó.

–¿Es difícil ver a la muerte todos los días a la cara?

–Algo complicado, pero te acostumbras. Al principio sí tenía pesadillas, pero ahora ya acostumbrado, señaló.

Para él lo más difícil ha sido tener que enterrar y cremar a compañeros de trabajo, lo que sijo es muy triste. Además, con la pandemia por Covid-19 se trabaja mucho más en la labor que realiza pues menciona que el horno trabaja las 24 horas al día.

Antonio Canché Sulub

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