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¿Por qué ayer no estuve aquí?

Por Cecilia Abreu

Abrí los ojos el 8 de marzo de este 2022. Un año más que puedo luchar, un año más que estoy viva.

A las 12:30 estudiantes de preparatoria se manifestaron en la puerta de su escuela, acudo a hacer mi trabajo: difundir, visibilizar lo que tienen que decir. Cuando llego ya están juntas, llevan pancartas, pañoletas moradas y mucha sororidad.

Alrededor de las 12:45 comienzan, hacen una línea bajo el nombre de su escuela con las manos levantadas cubriendo sus rostros y mostrando su realidad por medio de sus exigencias escritas en pancartas: no estamos todas nos faltan las asesinadas, ¿si fuéramos monumentos sí se preocuparían por nosotras?, somos el corazón de las que ya no laten, ¿por qué algo tan simple como volver a casa es un privilegio? Son algunas de las consignas que robaban las miradas de quienes pasaban por allí en ese momento.

Foto: Cecilia Abreu

Estoy feliz de que se unan, de que luchen. Comienzan a leer su pronunciamiento, le exigen a su institución que pare la complicidad con su silencio, que aplique un protocolo que realmente sea seguro para las alumnas, que “rompan el pacto”. Su mensaje es fuerte y claro, sin rodeos.

Ya son casi la 1:00. Las cifras se convierten en personas, en mujeres, en rostros.
Mientras una estudiante cuenta cómo fue víctima de acoso y amenazas de violación sin que su escuela hiciera más que revictimizarla, mientras se le corta la voz y tiene que detenerse porque necesita un momento para poder continuar contando lo que vivió, a mí también se me detiene el mundo, yo también lloro.

¿Por qué tuvo que pasarle eso? ¿Por qué tiene que cargar ese peso? ¿Por qué no está solamente ocupándose de disfrutar su juventud? ¿POR QUÉ TODAS LAS MUJERES HEMOS SIDO VÍCTIMAS?

Foto: Cecilia Abreu

Los ojos se me inundan.

Mientras todo se detiene, las voces de las estudiantes que la rodean se van sumando y gritando “NO ESTÁS SOLA. NO ESTÁS SOLA”. Se me eriza cada parte de la piel. No está sola.

Siento mucha impotencia por todo lo que vivió, porque ninguna debería vivir eso, porque sigue pasando y no parece tener un hasta cuándo; estoy muy enojada. Pero también estoy orgullosa de esas jóvenes que ya lo han entendido todo, que se han unido y se han abrazado. La abrazan con el sonido de sus voces, con su compañía, con su fuerza compartida. Y también lo hacen conmigo, con todas las que estamos ahí y sabemos que nos tenemos.

Ella no fue la única joven de la preparatoria con historias horribles, de vivir con miedo en la escuela, hay más de las que quisiéramos. Y repiten una y otra vez que “ya no tendrán la comodidad de nuestro silencio”. Se acabó.

Llego a casa de regreso, las 2:00 de la tarde llegaron en algún momento, el corazón destruido, el nudo en la garganta y la impotencia permanecen porque niñas, adolescentes, jóvenes, adultas siguen siendo víctimas de violencia.

Tengo que escribir mis notas. Me tomo un momento. Encuentro las fuerzas, escribo.
Llega el momento de cubrir la manifestación del 8M, 5:30 y ya estoy en el Parque de Santa Ana, donde convocó una colectiva, veo a decenas de mujeres; 5:45 y ya me dirijo a la Antimonumenta Feminista, en donde convocaron diversas colectivas a las 6:00, ya hay cientos de mujeres. Y se siguen sumando. Más y más y más.

La fuerza es enorme. Las mujeres son la fuerza.

Foto: Cecilia Abreu

La manifestación es un espacio seguro para nosotras, me pongo un listón blanco para que sepan que soy reportera, procuro respetar sus peticiones y no tomar fotos directamente a sus rostros. Sé que en ningún lado estamos seguras, no quieren sentirse en riesgo. Aún así, siempre nos sentimos en riesgo.

Al igual que al mediodía, todas las mujeres que están ahí han sido víctimas de la violencia de género que impera en el país. Son poco más de las 8:00 y me quito de la manifestación luego de que cientos de mujeres corrieran, al parecer, por amenazas policiacas.

Entonces reflexiono si unirme o no al paro nacional del 9 de marzo. Pienso que si todas las mujeres que hemos sido víctimas de violencia dejáramos de existir, ya no quedaría ninguna.

Por eso ayer no estuve aquí.

Un intento más porque las mujeres ya han hablado, gritado, cantado, bailado, pintado, roto y seguimos intentando encontrar alguna forma para detener esto. NOS QUEREMOS VIVAS.

Pero ayer reflexioné y me di cuenta de que muchas mujeres no pueden parar. Ni un día. Ni unas horas. Me cuestiono si el próximo año me uniré de nuevo al paro porque en la lucha no estamos las que pudimos parar ayer para visibilizar la importancia de las mujeres en todos los ámbitos, estamos TODAS.

Texto publicado también en La Jornada Maya

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