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Daños por el encallamiento en el arrecife Madagascar: permanentes

Especialistas de la Unidad Académica Sisal de la UNAM analizaron los daños que ocasionó el encallamiento del buque “Grande Senegal” en el arrecife Madagascar, localizado frente a las costas de Sisal. Aunque en un primer estudio no detectaron daños graves a las especies, admitieron que el lugar nunca volverá a ser el mismo y recomendaron monitorearlo constantemente.

Texto y fotografías: Lilia Balam/Causa Natura Media

Fotografía y video submarino: Quetzalli Hernández, Rodrigo Garza, Johnny Valdez

Estamos flotando en medio de la nada. Hace poco más de hora y media que vimos por última vez la tierra firme y desde entonces, solo el mar y el cielo se han extendido a nuestro alrededor. 

Nunca estuvimos precisamente a solas. En el recorrido nos cruzamos con algunos cayucos, embarcaciones poco más grandes que una canoa, con jimbas instaladas para capturar pulpos. 

También pasó a saludar un bufeo, aunque de su presencia solo se percató Enrique Cámara, el lanchero, quien lo describió a la perfección hasta que llegamos al punto solitario donde se detuvo. 

“Aquí es”, indica a las pasajeras y pasajeros de la María de Guadalupe: su ayudante, Didier Sánchez; tres especialistas en arrecifes de la Unidad Multidisciplinaria de Docencia e Investigación de la Universidad Autónoma Nacional de México (UNAM) en Sisal, Quetzalli Hernández, Rodrigo Garza y Johhny Valdez, y la persona que escribe este texto. 

Echamos un vistazo. En efecto, el agua ya no es un oscuro manto tono esmeralda. Es una piscina aguamarina, cristalina. Lo que hay ahí ya no es un misterio: desde el suave meneo de la lancha es posible ver la distorsionada imagen de algas anónimas, de cardúmenes morados, de peces tornasol…

Estamos en Madagascar, un arrecife rocoso de origen sedimentario, de 2.5 kilómetros de largo localizado a 40 kilómetros de la costa de Sisal, en Hunucmá, al poniente del estado de Yucatán. 

Resulta difícil imaginar que en este punto donde ahora reina la inmensidad, hace apenas unas semanas un gigante rompía el horizonte y la quietud: el “Grande Senegal”, un buque de carga de 211 metros de eslora y 33 metros de ancho, de Grupo Grimaldi, que transportaba vehículos. 

Nadie sabe ni entiende cómo un barco tan grande y sofisticado, que según portales de rastreo de navegación salió de Altamira, Tamaulipas, con destino a Brunswick, Estados Unidos; se atoró en esa zona de entre 4 y 13 metros de profundidad, que ha estado en las cartas de navegación desde el año 1600 y es famosa por su abundancia de recursos pesqueros. 

De hecho, los pescadores sisaleños se percataron de su presencia hasta el domingo 23 de julio por pura casualidad. De acuerdo con Didier, uno de los hombres de mar acudió al bajo de Madagascar para bucear y se topó con el barco. Grabó un video y se lo mostró a sus colegas. 

Una semana después supieron que tres barcos realizaban maniobras para remolcarlo, lo cual los alarmó: temían que lo hicieran sin precaución, dañaran más esa zona de la cual obtienen grandes ganancias y huyeran sin reparar el daño. Se organizaron y realizaron una protesta en el agua. La tensión fue tal que la Secretaría de Marina (Semar) y la Comisión Nacional de Áreas Protegidas (Conanp), tuvieron que intervenir. 

La Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) emitió dos comunicados: primero dijo que el encallamiento sólo dañó 87 metros de longitud de la cresta rocosa de la estructura arrecifal. Luego admitió que posiblemente fueron afectados 4 mil 959 metros cuadrados de la zona, pero no resultaron dañadas especies de corales protegidas por la Norma Oficial Mexicana (NOM) 059.

Lo cierto es que los pescadores seguían en la incertidumbre. Ninguna autoridad respondía de manera directa sus inquietudes y la tensión en el gremio aumentaba. De hecho, realizaron otra protesta en Mérida, la capital yucateca, para exigir la reparación del daño.

Por eso, Causa Natura Media, junto con especialistas de la UNAM, decidió investigar qué dejó el encallamiento. Así acabamos meciéndonos a las 7 de la mañana en ese pequeño remanso colorido en medio del océano.

Quetzalli, Rodrigo y Johnny preparan tanques, googles, máscaras y demás equipo de buceo, así como cámaras y otros instrumentos en el reducido espacio de la lancha: harán una inmersión de una hora para revisar y hacer una caracterización de la zona del encallamiento y del área de arrastre que dejó la acción de remolcar el barco, después un sondeo batimétrico para obtener un perfil del fondo de la zona afectada, y finalmente otra inmersión para comparar el área dañada con el área que no fue tocada. 

Colocan una boya sonriente en el agua, se tiran de espaldas al mar y desaparecen para hacer los análisis. 

Conforme el sol avanza para posicionarse en medio de la bóveda celeste, empiezan a llegar otras lanchas, con pescadores y turistas a bordo. Algunas personas nos saludan, otras nos miran con recelo. Hay buzas y buzos que también echan un vistazo al arrecife. 

Poco antes del mediodía emprendemos el regreso. Mientras intentan sacudirse el salitre y se comen un sándwich, la y los investigadores se muestran vagamente derrotados por el cansancio, vagamente optimistas. Desde ahí me confirman que el arrecife no volverá a ser igual nunca. Pero eso no significa que todo esté perdido. 

No hay daños a las especies del arrecife Madagascar

Días después de la visita, cuando ya estudiaron y procesaron lo que vieron y capturaron en las cámaras, Quetzalli y Rodrigo me explican sus hallazgos. 

Básicamente resultó dañada 2.7% del área total del arrecife, entre 4 mil y 6 mil metros cuadrados. El cambio en esa área es permanente debido a que su origen es sedimentario. Es decir, en algún momento esa parte estuvo expuesta fuera del nivel del mar y fue cuando la estructura de arena se mineralizó hasta crear una especie de roca. No existen condiciones naturales para que esto vuelva a ocurrir. Por lo tanto, no hay algún método efectivo de restauración para ese lugar.  

Sin embargo, la zona dañada es relativamente pequeña en comparación con la extensión total del arrecife, entonces no afecta significativamente la estructura o la función de este ecosistema. 

La parte somera (la más alta, la cercana a la superficie) resultó dañada y, aunque en esa parte solo se ve la roca sedimentaria expuesta como escombro, su cobertura coralina no era tan rica como la de las áreas más profundas, que recibieron menor impacto. 

“En las laderas del arrecife hay coberturas de entre 80 y 90% de octocorales, los cuales son corales blandos ya que no tienen esqueleto de carbonato de calcio; hay zooántidos y algunas colonias de coral de fuego. La parte dañada tenía menor cobertura biótica”, enfatiza Rodrigo. 

Por otro lado, la zona del encallamiento se ve “barrida”: llena de roca desnuda. Pero esas no son precisamente malas noticias. De acuerdo con Quetzalli, esa roca calcárea le gusta a ciertas especies que buscan sustrato para asentarse y comenzar su desarrollo. Los escombros también pueden generar escondites. 

“El arrecife no va a volver a verse como se veía antes, sin embargo estas modificaciones podrían generar nuevos asentamientos de larvas, nuevos espacios, recovecos para que los peces se refugien. De los males, el menor: sí fue una modificación abrupta, pero no es algo que vaya a generar un cambio radical en las relaciones del arrecife de manera drástica. Vimos muchísimos peces”, detalla. 

De hecho, al momento de las inmersiones, ella y sus colegas observaron que la laja expuesta ya estaba comenzando a ser ocupada por diversas especies. Y observaron alta biomasa de peces herbívoros medianos y juveniles de interés comercial, como el mero y la rubia; lo cual es una buena señal. También vieron cardúmenes de pardos, chac-chís y distintos invertebrados. Y detectaron una capa de microalgas que está atrayendo a un gran número de vistosos peces loro para comer.

La especialista estima que en unos 10 ó 15 años la cicatriz que dejó el “Grande Senegal” ya podría estar completamente colonizada por octocorales, zooántidos, corales de fuego, entre otras especies, y podría verse parecido a las partes no dañadas. Es probable que los escombros que dejó el encallamiento podrían, irónicamente, convertirse en refugio para diversas especies marinas. 

Eso sí, también admite que este pronóstico optimista es solo eso: un pronóstico, que se ve amenazado porque justo en este momento los arrecifes de todas las costas del país están atravesando una crisis de estrés por las altas temperaturas y la sobrepesca. 

“El encallamiento ocurrió en un momento histórico en el que no solamente hay un factor de estrés en las zonas arrecifales. Probablemente, el Madagascar recobre sus funciones en 10 ó 15 años, pero en este momento no sólo tenemos un factor de estrés: tenemos el calentamiento, la sobrepesca… entonces si sumas esos factores a un encallamiento, se van sumando los efectos negativos del estrés en este arrecife”, advierte Quetzalli. 

Rodrigo está de acuerdo. Las condiciones en el Madagascar pueden continuar relativamente estables, pero podrían cambiar de manera abrupta por el calentamiento global, y entonces no sólo se vería comprometida la zona del encallamiento sino toda la estructura. 

Por ello, recomiendan fuertemente a las autoridades mantener el monitoreo de la zona en dos sentidos: el primero, vigilar constantemente los daños y detectar si algo anda mal en el arrecife de manera oportuna. 

“Hay necesidad de seguir evaluando a mediano y largo plazo este tipo de eventos para analizar qué otros factores están afectando. No nos encontramos aislados solo por un encallamiento, sino que el arrecife está sufriendo por diferentes factores constantemente”, sostiene Quetzalli. 

El segundo, evitar otros encallamientos. Ambos manifiestan su sorpresa ante el hecho y exhortan a que ya no ocurran “errores humanos” de este tipo, porque las consecuencias podrían ser graves e irreparables.

“Esto es una llamada de atención, porque en esta zona opera flota artesanal, lanchas pequeñitas, entonces sí es importante establecer y definir muy bien canales o rutas de navegación para embarcaciones grandes. Imagínate que alguien en una embarcación, de este tipo, muy grande, no ponga atención: puede arrollar hasta a un grupo de cayucos que estén capturando pulpo. Se requiere un mayor ordenamiento naviero, que va a beneficiar tanto a los pescadores como a las grandes embarcaciones”, apunta Rodrigo. 

Entre tanto, los pescadores de Sisal exigen que la empresa responsable repare los daños directamente con la comunidad. Funcionarios federales han jurado que escucharán sus peticiones. 

La Profepa afirma que inició un procedimiento administrativo por los hechos y mientras tanto, el buque está en Puerto Progreso, vigilado por personal de la Semar. Causa Natura Media preguntó los avances de dicho procedimiento pero hasta ahora la dependencia no ha contestado. Seguimos en espera…

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