Reportajes

Más allá de “echarle ganas”, depresión es un tema de salud

Por Cecilia Abreu

Silvia Noemí Ricalde Briceño es una mujer de 53 años que vive con un diagnóstico de depresión endógena desde hace 16 años cuando se encontró a sí misma sin motivación y con un giro brusco en su comportamiento, pero también en su forma de percibir la vida.

Al tener este tipo de depresión, Silvia cuenta que su cuerpo no produce correctamente la serotonina, la cual suele conocerse como “la hormona de la felicidad”, “te baja la energía, el estado de ánimo, el entusiasmo […] al principio me di cuenta porque no tenía ganas de hacer absolutamente nada”.

Cansancio, irritabilidad, sueño, fastidio y pocas ganas de hacer cosas que antes le gustaban son algunas de las cosas que empezó a experimentar cuando la depresión llegó a su vida, “algo tan sencillo como ir con mis amigas a tomar un café, ya no lo quería hacer”.

En ocasiones, aunque su profesión como maestra es una de sus pasiones más grandes en la vida, ya no tenía ganas de estar en la escuela, pero también tenía olvidos frecuentes y constantemente se estaba durmiendo.

“No quería cocinar, no quería que me toquen, no quería nada; te sientes como una persona desconocida que está viviendo en ti, cambias completamente, tu forma de pensar, tu energía, el carácter”.

Recuerda que antes de padecer la enfermedad ella una persona risueña, muy sociable y disfrutaba con organizar diversidad de eventos y participar en muchas actividades, y de pronto eso se acabó y fue transformado por “sólo quiero estar durmiendo o acostada si no puedes dormir bien por lo mismo”.

Así, tras notar todos estos cambios, decidió acudir con un neurólogo, porque “todo me valía, pero de repente no podía controlar mi enojo […] y decidí que necesitaba encontrar ayuda porque no era normal y además no se lo había querido decir a mi esposo, yo lo estaba viviendo sola”.

Lo que menos imaginó es que tuviera depresión, “todo mundo cree que es un estado de ánimo, nada más lejos de la verdad, es una enfermedad; es falta de energía, de entusiasmo, como que te quitan una parte de tu vida” e incluso llega a cuestionarse hacia dónde ir.

Entonces llega la negación porque físicamente se sentía bien, en su caso, encontró viable acudir con su neurólogo porque años antes había ido con él por un micro adenoma, “por todos los síntomas que experimentaba, medicamente no aparecía nada y el doctor me dijo ‘tú lo que tienes es depresión’”.

Y desde allí comenzó a tomar la medicación pertinente para compensar el neurotransmisor que su cuerpo no estaba produciendo, “te ayuda a tener la energía y buen estado de ánimo”; años después le detectaron también hipotiroidismo y fibromialgia, que traen como consecuencia la enfermedad inicial: la depresión.

“Es difícil batallar con ella porque vives peleando contigo misma para querer hacer las cosas, para poder hacerlas, para moverte” y aunque agradece nunca haber dejado de cubrir sus necesidades básicas, reconoce que hay personas que incluso dejan de bañarse o comer ante la falta de atención médica.

Ella decidió luchar “porque esta enfermedad la tengo, pero mis hijas y mi hijo no tienen por qué pagar las consecuencias y hacía lo posible por reponerme”, aún así, saliendo de trabajar, antes de tener que ir a buscarles a la escuela, se dormía; al igual que después de comer, se dormía alrededor de las 15 horas de la tarde y sus hijas la despertaban aproximadamente a las 18 horas para que las llevara a sus clases de ballet. “Era la depresión cuando no sabía que la tenía”.

Ahora que cuenta con la medicación necesaria para ser soporte en este camino “dentro de un mismo día tengo altibajos”; expresa que un día puede despertar muy bien emocionalmente o pensar “otro día más…” con desánimo, “es una batalla constante con una misma porque tienes que darte ese ánimo y encontrar de dónde sacas esa energía”.

En ocasiones “es como que te desenchufaran, se te baja la energía y te empiezas a dormir, no tienes ganas de hacer nada, todo te da exactamente lo mismo”, pero ella ha encontrado que puede activar su serotonina haciendo cosas que le gusten, desde tomar una Coca o comer algo que le guste, hasta permitirse dormir o realizar alguna actividad como jugar en su tableta o leer.

“Cuando ya eres consciente de la depresión y no quieres caer más fuerte, empiezas a tratar de engañar a tu organismo con cosas que te gustan […] No te va a quitar la depresión, pero te distrae y se te olvida por ratos”.

Comparte que ponerse metas a corto y largo plazo ha sido una gran estrategia para sentirse mejor, objetivos sencillos y fáciles de alcanzar como ponerse las pestañas o juntar dinero para irse de vacaciones a la Riviera Maya para tener motivación. “Son pequeñas cosas que te van sirviendo como muletas en el momento en el que sientes que vas a caer” porque en esos momentos te sientes débil, sin fuerzas, con ganas de llorar o gritar, sueño y cansancio, ahí ella sabe “ya viene” y esto puede ocurrir en cualquier momento del día.

Para las personas que están alrededor de quien vive con depresión, sugiere echar porras, pero no “pobretear” o victimizar, sino alentar e incluso recordarles cómo lo han logrado en otras ocasiones; en general, validar sus emociones.

También invita a evitar comentarios sobre el cuerpo o cualquier cosa que pudiera ser hiriente, como comentarios “ay, es que eres muy mandona”, entre muchos otros que enjuician a las personas; al mismo tiempo, señala que cuando inician con la medicación no se acaba todo en un dos por tres.

“El organismo tiene que adaptarse” y por lo menos 15 días irán identificando cómo les fue con él, pueden empezar a mejorar, pero también pueden sentirse peor y necesitan consultar de nuevo para que les cambien la medicación si es necesario, lo cual también puede ocurrir cuando llevan mucho tiempo con el medicamento y deja de hacerles el efecto esperado.

Deja un comentario