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Miguel Peraza, el escultor del futuro

Por Mateo Peraza

Antes de crear la primera criptoescultura del mundo, una obra en cuarta dimensión presentada con el apoyo de la Universidad Panamericana, Miguel Peraza pensó en cómo las audiencias verán el arte tras migrar a otros planetas. El artista presentará la exposición Nervaduras del omniverso el 11 de octubre en la Casa Montejo.

En el año 2015, dos científicos entraron al patio de la Universidad Biomédica Rafael Guízar y Valencia en Xalapa, Veracruz. Arriba, suspendido del techo, vieron un cuadrado gigantesco, rojo, acompañado de dos cuadrados pequeños. Pese al tamaño, la obra parecía flotar a lo largo de los tres pisos del edificio.

—¿Estás pensando lo mismo que yo? —preguntó uno de ellos.

La pieza del escultor Miguel Peraza (Ciudad de México, 1959), titulada el “Cubo de Guízar”, manifestaba a nivel físico lo que los doctores Alejandro Pedroza y Elsa Chavira, de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), habían estudiado por más de 25 años. A través de la intuición, un artista plasmó una figura geométrica similar a la conformación cuántica del Silicio, cuyas dimensiones calcularon con fórmulas matemáticas.

—Al poco tiempo que colocamos la escultura —recuerda Miguel Peraza— los doctores dieron una conferencia en la universidad. Luego de impresionarse, pensaron: “¿cómo es posible que este hombre pudo ver lo que nosotros solo calculamos sobre la formación de los cristales hace veinticinco años?

Los estudios de los cristales naturales, entre ellos el Silicio, han derivado en la creación de pantallas y celulares. Desde la abstracción artística, ocho años atrás, Miguel Peraza ya dialogaba con la principal audiencia de sus obras: los científicos.

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Pocos días antes de la exposición “Nervaduras del omniverso”, que se presentará en el museo de la Casa Montejo el 11 de octubre a las 18:00 horas con el patrocinio de Citibanamex, Miguel Peraza explica su última pieza: una escultura de roca macedonia que construyó en San Antonio Hool, una vieja hacienda ubicada en la comisaría de Dzityá. Aquí, bajo el sol recalcitrante, se trabaja en canteras de donde salen piedras regionales para la elaboración de losas, lavabos y otras estructuras.

—“Álabe en tierra”, la escultura, es la sección de un aspa, propelas de un barco o de un avión. Las curvas del interior son helicoides. En lo alto vemos las nervaduras, que podrían ser de un Nautilus, de un caracol.

La escultura se alza entre los montes inundados de polvo, material calcáreo. Erick Ismael Manzanero, originario de Dzitya, con veinte años trabajando la piedra; y Sergio Ordóñez Téllez, quien labora desde hace treinta y tres años en el taller que Miguel dirige en Cuajimalpa, Ciudad de México, detallan que finalizarla implicó un proceso de diez años en los que hubo otros involucrados, como el hermano de Erick, Francisco Javier “El Trix”, y  Jesús Peraza, el hermano de Miguel, quien falleció en 2022.

De pie frente a la obra, sobre un suelo en donde hay rehiletes, botellas con pegamento, cinceles, martillos, el escultor precisa que ahora hay dos exposiciones importantes.

—Son dos exposiciones las que traemos: una es “Fractal Luxuria”, un nombre que significa superposición fractal, una de las leyes de la física cuántica. En esa exposición, realizada en el Museo de Arte Moderno, explico la parte matemática junto con los estudios de científicos (de los doctores Enrique Canchola y Miguel Mayorga, de la Universidad Autónoma Metropolitana y la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, respectivamente) que hablan sobre la cercanía y la abstracción del arte. Y esta segunda etapa que tiene que ver con las naves, “Nervaduras del omniverso”, habla sobre los conectores entre los multiuniversos. Aquí veremos como a una de esas naves, de nombre “Génesis”, la pasamos, la trasladamos, como por un Estrecho de Bering, entre el mundo tridimensional y el mundo de la cuarta dimensión. 

El trasfondo de esta declaración es futurista: antes de crear la primera criptoescultura del mundo, una obra en cuarta dimensión presentada con el apoyo de la Universidad Panamericana en 2023, Miguel Peraza se preguntó qué pasará con las grandes obras de la humanidad tras una migración interplanetaria. ¿Cómo visitaremos la Estatua de la Libertad, la Torre Eiffel, los museos? Las piezas, dice, no podrán moverse hacia las plataformas interestelares y habrá que buscar vías, nuevos lenguajes, para el consumo estético. Tras un proceso evolutivo que inició en África hace 200 mil años, el ser humano tendrá que adaptarse una vez más.

La idea es que las personas no tengan temor de las nuevas tecnologías, que aprendan a utilizarlas a partir de crear nuevos lenguajes, nuevos alfabetos. Desde mi óptica, la estética está cambiando la percepción y el entendimiento, debido a que el cerebro también está ampliando sus formas de entendimiento y su plasticidad.

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En una sala de la Casa Montejo, rodeado de cajas de embalaje en cuyo interior se encuentra las esculturas que viajaron desde el taller ubicado en la zona alta del Desierto de los Leones —el cual fundó con Andres Peraza, su padre—, Miguel Peraza, con 50 años de trayectoria recién cumplidos, abunda en la importancia del arte y la espiritualidad mientras nos adentramos en un futuro dominado por la digitalidad, los aparatos y la inteligencia artificial

La diferencia del ser humano es la creatividad espiritual, es decir, humanizar las cosas. El tema es que si algún día hay migraciones, diásporas que viajen hacia un espacio fuera del planeta, las condiciones del tiempo cambian, y la percepción del cerebro va a cambiar. El temor de la humanidad es que nos dominen las máquinas o la inteligencia artificial. El planteamiento que hago es que eso no va a suceder mientras mantengamos la condición espiritual humana y sigamos creciendo. Ahí la importancia de los nuevos alfabetos en la cuarta dimensión. Es un rompimiento con la estética tradicional: una mezcla entre la ciencia, la filosofía y el arte, que siempre han estado juntas.

Cargadores van y vienen con cajas inmensas. La exposición tendrá cerca de veinte obras. Sergio Ordóñez ajusta una escultura; es una suerte de árbol de la vida que reúne símbolos de la trayectoria de Miguel y su familia. Son dos generaciones que se han dedicado al arte. El concepto se repite en “Álabe en tierra” que incluye el estilo de Jesús Peraza, quien creó la corriente “Temple Regional”, la cual consiste en el uso de elementos tradicionales de la península de Yucatán; los rasgos científicos y geométricos, propios de Miguel; y la identidad yucateca, basada en el nacimiento de Andrés Peraza, padre de ambos, en el municipio de Calotmul.

—La formación de mi padre, Andrés Peraza Ojeda, viene de alguna manera de su padre, Andrés Peraza Lara; por los trabajadores que se encontraban en sus talleres de losas. Es una tradición heredada pero también evolucionada por cada generación. Con mi padre fundamos el taller y de ahí hemos formado diferentes generaciones plásticas de artistas. “Álabe en tierra” se vincula en particular con Jesús, mi hermano, a un año de su fallecimiento, a quien le pienso dedicar esta exposición. Él tiene mucho que ver porque trabajamos juntos en el proyecto, en condiciones climáticas difíciles para el cuerpo. Es como si regresáramos una mano, instalada en la caverna cósmica, a la caverna de piedra. 

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