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San Crisanto: pionero en bonos de carbono azul

Cada tonelada de carbono retirada del aire se traduce en créditos vendidos en Europa, en inversión para la conservación del manglar y contribuyen a reducir el calentamiento global.

Por David Rico

Mérida, Yucatán, 23 de octubre de 2025. — Desde 1995, el ejido de San Crisanto en Yucatán ha sido un referente en la recuperación del mangle, pero ahora da un paso más: ha comenzado a capitalizar el carbono almacenado en sus manglares y vender bonos de carbono a Europa. Así lo destacó Bruno Velarde, consultor en desarrollo integral de la Fundación San Crisanto.

Velarde explicó que el proyecto retira el llamado carbono azul de 690 hectáreas de manglar, a razón de unas siete toneladas por hectárea cada año, retirando ese carbono directamente de la atmósfera. “Al hacer esta tarea participamos dentro de las metas para reducir el carbono atmosférico”, señaló. Esta labor, agregó, ayuda a disminuir la temperatura ambiental y mitigar los impactos del cambio climático.

“Las plantas son las que hacen el trabajo, con su cuerpo, raíces, nutrición y alimento; todo se construye de carbono y nosotros les permitimos hacer su trabajo: no las talamos, no las cortamos, les damos agua natural y nutrientes, y eso facilita que el sistema crezca y las plantas se desarrollen”, explicó Velarde.

Cada bono de carbono equivale a una tonelada de carbono retirada del aire, con el objetivo de contribuir a reducir el calentamiento global y acercar la temperatura del planeta a niveles similares a los de 1850. Actualmente, los bonos se venden a Europa entre 20 y 30 dólares cada uno. Del área activa de manglar de 690 hectáreas, se han facturado 12,367 créditos de carbono.

Velarde resaltó que el manglar, como carbono azul, captura hasta diez veces más carbono que otros ecosistemas, además de brindar otros servicios ecosistémicos: alberga peces y diversas especies, y proporciona alimentos y medicinas. “Por eso, cuando se vende el bono de carbono de manglar, tiene otro precio”, señaló.

Los ingresos generados se reinvierten en proyectos de conservación comunitaria. “Si hay un excedente después del costo de producción, que es alto, se puede canalizar a inversión social”, concluyó.

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