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Donde la playa desapareció: los altibajos del combate a la erosión costera en Yucatán

Especialistas y visitantes coinciden en que en los últimos 40 años el mar se ha “comido” las playas de la costa norte de Yucatán, y aunque parezca que los daños son únicamente materiales, lo cierto es que la erosión costera también amenaza a la biodiversidad y al tejido social del estado. Aunque se han implementado soluciones para combatirla, a la fecha no se han observado cambios positivos. 

Texto y fotos de Lilia Balam / Causa Natura Media

La playa. Si a Lourdes Magaña, comerciante de Mérida, Yucatán, le preguntan por sus recuerdos más felices de la infancia, esa es su respuesta automática. La enorme extensión de arena blanca en la que se sentaba a esperar las puestas de sol en verano y jugaba con sus hermanas y hermanos voleibol o sóftbol. 

A finales de 1970 su familia, pese a contar con pocos recursos económicos, se las ingeniaba para rentar una casa cerca de la calle 12 de Chicxulub, comunidad perteneciente al municipio costero de Progreso, en esta entidad al sureste de México, para pasar las vacaciones veraniegas. 

“Solo íbamos a la casa a dormir. Nos despertábamos temprano para ir a la playa a ver el amanecer. Yo jugaba horas en la arena, hacía la casita con la que soñaba, echaba a volar mi imaginación. Ahí aprendí a nadar. No usaba bloqueador y a la fecha tengo la nariz despellejada, como con cicatrices. Pero no me importaba. Pasábamos toda la tarde-noche ahí”, cuenta con nostalgia. 

Este año regresó al lugar más alegre de su niñez, pero no pudo rescatar sus recuerdos. Ya no hay playa. El mar embiste directamente a las casas. “El cambio es brutal”, añade.

Se podría pensar que todo es fruto de la percepción de Lourdes, pero no es así. La playa donde desemboca la calle 12, localizada al este del muelle de Chicxulub, es uno de los focos rojos de erosión costera en Yucatán: pasó de tener 14 metros de extensión de arena en el 2006, a solo cuatro metros en el 2023, de acuerdo con el profesor del Centro de Investigación y Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional (Cinvestav), Jorge Euán. 

Ninguno de los especialistas, pescadores ni vacacionistas consultados por Causa Natura Media para realizar este reportaje sabe con certeza cuándo comenzó, pero todos coinciden en que en los últimos 40 años el mar se “comió” las playas de la costa norte de Yucatán, y que esa problemática no sólo genera daños materiales: también amenaza a la biodiversidad y al tejido social del estado. Además, coinciden en que han visto varias propuestas para solucionar la problemática, pero no resultados.

Un fenómeno natural se volvió un problema

Aunque no lo parezca, la playa es un ecosistema frágil e “inestable”, pues en ella se conjugan los ciclos de las mareas, de corrientes marinas y de sedimentos, como la arena. Uno de  estos ciclos es el de erosión-depositación, que puede ser anual o semianual: normalmente, las playas se desgastan durante los inviernos o en temporadas de tormentas y huracanes, pues los nortes, lluvias y vientos, así como los oleajes fuertes y cortos, se llevan los sedimentos mar adentro.

Pero en verano o en épocas de calma, cuando las olas son menos grandes y rompen con frecuencias más largas, la arena regresa desde el fondo del mar, permitiendo que la playa se recupere. Este proceso puede ser rápido o lento, dependiendo de la fuerza de los fenómenos meteorológicos que hayan impactado en la zona. 

En el caso de las playas yucatecas, los sedimentos llegan desde el lado este hacia el oeste, de acuerdo con el jefe del Departamento de Recursos del Mar del Cinvestav, Alejandro Souza.

Sin embargo, en las últimas cuatro décadas, la arena no ha regresado a ciertos puntos de la costa de Yucatán: las playas solo se han desgastado. Y si bien factores naturales como el cambio climático influyen en este hecho, lo cierto es que las acciones humanas son las que están impidiendo que ese proceso natural ocurra. 

Los focos rojos

Algunos estudios señalan que, en promedio, en toda la península de Yucatán se perdieron 19 metros de playa de 1980 a 2019. En 2007 el Cinvestav estudió cómo se encontraban las líneas de costa de la entidad y detectó que en 27% de toda la franja costera había viviendas separadas por menos de 10 metros del mar.

La Tarjeta de Reporte para la Costa Yucateca, elaborada por el Laboratorio Nacional de Resiliencia Costera (Lanresc), en el 2017, precisa que el tramo del municipio Dzilam de Bravo al de Hunucmá se encuentra en malas condiciones en términos de erosión costera, en específico, las playas de Telchac y Progreso. 

Esto lo confirman especialistas del Cinvestav, la Unidad Académica Sisal de la Unam y la Uady, quienes analizaron imágenes satelitales capturadas en distintos años con herramientas como Google Earth, para comparar las extensiones de las playas y medir el avance del mar. 

Así detectaron “focos rojos” de erosión dentro de la franja costera que se encuentra en peores condiciones. 

Por ejemplo, el profesor del Cinvestav, Jorge Euán, identificó retrocesos de hasta seis metros por año en varios puntos de Telchac. También considera focos rojos a las tres comisarías costeras de Progreso: Chelem, Chuburná y Chicxulub. La primera ha generado preocupación, pues ahí se han implementado diversas medidas para combatir la erosión sin que alguna rinda frutos.

Tal es el caso de la calle 12, que estaba plagada de espigones que no fueron efectivos. En el 2005 esa zona ya no tenía nada de sedimento, así que las estructuras fueron retiradas y se realizó un relleno de arena de entre 10 y 12 metros. Pero el remedio solo duró 5 años: desde el 2011 el sitio no ha vuelto a tener playa. 

En el sentido de las manecillas del reloj: la calle 12 de Chelem, Progreso, en 2005, 2011, 2017 y 2023. Imágenes de Google Earth.

Chicxulub es otro punto crítico para Euán, quien señaló específicamente el sitio donde Lourdes Magaña construía sus recuerdos felices de la infancia: la calle 12, que perdió medio metro por año. 

Chuburná, también es considerada una zona crítica. Estimaciones del investigador Alec Torres, de la Unidad Académica Sisal, indican que en la Laguna de la Carbonera el retroceso es de aproximadamente seis metros por año. 

Si bien, en Yucatán toda la línea costera tiene un perfil similar: los oleajes y las corrientes son constantes en todas las playas, no todas están erosionadas.

¿Cómo llegamos a esto?

Algunos investigadores, como Torres y Souza, señalan la ampliación del Muelle, realizada a finales de 1980, como una de las causas de la erosión en la costa norte de Yucatán, pues la intervención no fue planeada adecuadamente y modificó el oleaje en la zona.

Otra son los puertos de abrigo (los lugares donde se resguardan las embarcaciones): los académicos indican que en Yucatán fueron construidos excavando en los humedales de las ciénagas y para conectarlos con el mar se abrieron entradas que, naturalmente, se llenaban de arena.

Para evitar eso, se instalaron escolleras, unos muros de palos y piedras, que detienen el transporte sedimentario. Dado que en la entidad la arena se mueve de este a oeste, las escolleras propiciaron la formación de playones en el lado este de los puertos de abrigo, y, al impedir el flujo del sedimento, erosionaron las playas localizadas en la zona oeste.  

Otro factor crucial son los espolones, geotubos y otros “remedios” temporales, que de acuerdo con Appendini, tuvieron su “boom” a finales de los 80, cuando ante los primeros vistazos de erosión en la costa norte, las personas propietarias de viviendas frente al mar entraron en pánico y comenzaron a tomar medidas improvisadas para mitigar la erosión en sus terrenos, sin saber que eso estaba agravando el problema. 

Las mencionadas estructuras sirven para retener arena, por lo cual suelen ser efectivas para mantener la playa. Pero eso significa interrumpir el flujo de sedimentos en la costa. Y el remedio se transforma en la enfermedad. 

“Vieron que detenían un poco la erosión. Entonces todo se llenó de espolones. La gente solita creó un problema de erosión, porque pones uno y en 24 horas te erosiona aguas abajo. Eso pasa cuando la gente percibe un peligro y toma acciones que no tienen bases ingenieriles. He visto casos donde las personas colocan espolones para protegerse, pero lo hacen en el lugar equivocado y acaban incrementando la erosión de su propio terreno”, sostuvo el académico.

Actualmente, para realizar cualquier tipo de intervención en el mar se requieren permisos de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat). Sin embargo, se ha detectado un número alarmante de ese tipo de obras instaladas sin autorización. Pese a eso, menos de la mitad han sido retiradas. 

La falta de planeación y el boom inmobiliario son consideradas causas primordiales del grave problema de erosión, pues la evidencia indica que justo donde las playas están más desgastadas es donde se erigen todos los condominios y casas veraniegas. 

Las regulaciones de construcción en la costa son relativamente nuevas. De hecho, fue en julio del 2007 cuando se promulgó el Programa de Ordenamiento Ecológico del Territorio Costero del Estado de Yucatán (Poetcy), mismo que fue reformado en el 2014. 

Gracias a ese reglamento, ahora está prohibido realizar construcciones a menos de 20 metros de manglar o a menos de 40 metros de un cuerpo de agua. Tampoco se puede edificar en la primera duna, ni destruir la vegetación rastrera que la caracteriza.

Además, se exige realizar una Manifestación de Impacto Ambiental (MIA), previo a cualquier tipo de obra, y dependiendo del tamaño del terreno, de la ubicación y del uso de suelo, se solicita conservar un porcentaje del área sin construir.

Sin embargo, hace 60 años el panorama no era el mismo. En el “afán de estar frente al mar” la ciudadanía edificó sobre la duna, y para construir bardas o piscinas quitó la vegetación rastrera que la caracteriza, la cual además de amortiguar inundaciones, proteger a la costa de oleajes y vientos y ser hogar de distintas especies animales, tiene la función de retener y fijar la arena, explicó Brito.

Si la gente no respeta el sistema natural, hay consecuencias”, sostuvo Appendini, quien agregó que también se comenzaron a construir accesos rectos a la playa, lo cual favorece las inundaciones. 

Desafortunadamente, no todo se debe a acciones pasadas. Tanto Appendini como Brito aseguraron que a la fecha, se siguen detectando casos de incumplimiento de los parámetros del Poetcy, que vulneran la primera duna, los mangles, cuerpos de agua, la flora o la fauna costera. 

El académico de la UNAM ha detectado casos de grandes complejos construidos frente al mar, y no descartó que existan redes de corrupción que permiten la realización de obras que no cuentan con los permisos correspondientes

Otra de las causas de la erosión es el calentamiento global, que no solo incide por el derretimiento de glaciares y el aumento del nivel del mar, sino que también genera tormentas y huracanes más fuertes, propiciando vientos y oleajes más agresivos, los cuales desgastan la playa de manera frecuente, sin darle tiempo de recuperarse.

Un factor que no se ha analizado a profundidad, pero podría estar vinculado es la escasez de arena es la posibilidad de que las fuentes de sedimentación estén mermadas, de acuerdo con el doctor Euán.

Los fracasos del combate a la erosión

El sol de mediodía pega más fuerte que de costumbre en Chicxulub. Aunque no es temporada alta, un puñado de familias turistea en esa comisaría porteña de Progreso. Algunas se refugian en los restaurantes.  Otras, como la de Alberto Nahuat, van a curiosear al mar. Pero descubren que no solo tienen que sortear los rayos del sol: también tienen que malabarear para encontrar un pedacito de arena en el que puedan descansar. 

Después de buscar un rato, lo logran: se instalan en los escasos centímetros de espacio que encuentran entre el muro de una casa y las olas. En las piedras que les rodean acomodan una nevera y se disponen a mirar el paisaje. 

“Yo sé que esto de la erosión es una cosa de la naturaleza, pero el gobierno debe tomar medidas para evitarlo”, sostiene en entrevista.

Las autoridades estatales aseguran que han implementado diversas medidas para evitar que la erosión de las playas se agrave. 

A partir del Presupuesto de Egresos 2020 comenzó a señalarse específicamente un componente de “zonas costeras erosionadas recuperadas”, el cual incluye la elaboración del programa de gestión costera para la conservación y mejora de las zonas erosionadas, realizar acciones para la restitución del transporte de arena en la dinámica litoral y la coordinación de limpieza de playas y manglares. Pero eso no necesariamente representa un avance. 

De acuerdo con los documentos del Presupuesto basado en resultados, proporcionados por la Secretaría de Administración y Finanzas (SAF) a través de la Plataforma Nacional de Transparencia (PNT), en 2018 y 2019 las acciones relacionadas con la erosión costera se incluyeron, junto con otras, en el Programa de Adaptación a Eventos Meteorológicos Extremos, al cual en total se le asignaron 10 millones 533 mil 428 pesos y 21 millones 227 mil 159 pesos por año, respectivamente. 

En el 2020, se agregó específicamente el componente de erosión dentro del Programa de Conservación y Manejo Integrado de la Zona Costera, que recibió 11 millones 177 mil 448 pesos; pero los recursos descendieron 96% en 2021, cuando se le destinaron 397 mil pesos. Y en el 2022, fueron solo 347 mil pesos. 

Para el presupuesto 2023, el componente referente a las zonas costeras erosionadas recuperadas se incluyó dentro del Programa de Conservación de Ecosistemas Prioritarios, al cual se le asignaron 674 mil 44 pesos. 

Eso no significó que se destinó más dinero a las estrategias para evitar el desgaste de playas o rescatarlas. Por medio de la PNT, la Secretaría de Desarrollo Sustentable (SDS) de la entidad, precisó que en el 2018 no se otorgaron recursos con ese objetivo por el cambio administrativo. En el 2019 se destinaron 35 mil 858 pesos; en el 2020, solo 4 mil pesos, y del 2021 al 2023 fueron 40 mil pesos. 

Es decir, a las acciones concretas para combatir la erosión les ha tocado menos del 12%  de los recursos asignados a los programas de manejo costero. 

Respuestas fallidas

Se hace énfasis en los recursos porque otro punto, en el cual los especialistas están de acuerdo, es que las soluciones efectivas a esta problemática son caras: ninguna es inmediata, requieren estudios previos y su operación es a largo plazo, por lo tanto, no solo se deben considerar costos de instalación de estructuras o maquinaria, sino de mantenimiento. 

Además, para que dichas acciones realmente funcionen, deben ser pensadas, diseñadas e implementadas “en global”, es decir, tomando en cuenta a la costa como el sistema complejo que es, y no limitar las medidas a un solo pedazo de la playa.  

Para muestra, varios botones: en el 2014, la administración encabezada por el priísta Rolando Zapata hizo un relleno de arena de siete kilómetros entre Chicxulub y Yucalpetén, pero solo funcionó durante los meses de julio y agosto. 

El fracaso de esa medida generó molestia entre residentes que ya tenían el mar a un paso de sus patios. En respuesta, en el 2016 conformaron la agrupación “Unidos por las Playas”, y en octubre de aquel año firmaron un convenio en el que el gobierno de Yucatán se comprometía a realizar estudios sobre la erosión y resolver parcialmente la problemática. 

En el 2017 el colectivo, por recomendación de la UNAM, comenzó a retirar los espolones ilegales. Pero dos años más tarde instaló geotextiles, que tampoco resuelven la problemática y pueden generar otras. 

“Nadie se hace responsable. Si no funcionan nadie los quita, se quedan medio enterrados en la arena, se rompen y se quedan ahí contaminando la playa y representando un riesgo”, apuntó Appendini. 

En 2019, el gobierno estatal, bajo la batuta del panista Mauricio Vila Dosal, instaló dos bypass, estructuras que extraen arena de zonas de acumulación y la depositan en zonas de erosión. 

Una de las obras fue erigida en el puerto de abrigo de Chuburná y la otra en el de Telchac, ambas eran operadas junto con la Secretaría de Marina (Semar). Según se anunció, se invirtieron más de 14 millones de pesos. 

Aunque los investigadores están de acuerdo en que los bypass son una manera efectiva de solucionar tanto los amontonamientos de arena en la entrada de los puertos de abrigo como la erosión costera, e incluso mencionan que todos los puertos de abrigo deberían tener uno para compensar la afectación al ciclo de transporte de sedimento en la costa, también coinciden en que el bombeo de arena requiere constante mantenimiento y vigilancia, cosa que ha carecido en los dos que se encuentran en la costa yucateca. 

En el 2020, bajo el argumento de la contingencia sanitaria por la pandemia de Covid-19, ambas instalaciones dejaron de funcionar. En su momento, la secretaria de Desarrollo Sustentable, Sayda Rodríguez, aseguró que tan pronto pasara la emergencia de salud se reanudarían las operaciones, pero lo cierto es que tanto académicos como residentes y pescadores desconocen qué pasó con esos sistemas. 

Causa Natura Media acudió a los dos puntos donde se instalaron los bypass. En el puerto de abrigo de Telchac, las mangueras y tuberías fijas y flotantes se encontraban desmanteladas, y había maquinaria realizando trabajos de dragado. En el lugar se averiguó que el bypass se dejó de usar desde el año pasado, y ahora se usa parte de la tubería para trasladar la arena que se saca del dragado a la costa oeste. 

Appendini, quien participó en el equipo de la UNAM que colaboró en la instalación de ese bypass, afirmó que el sistema no se implementó adecuadamente. 

“Nosotros propusimos un bypass y al final no se pudo hacer así. Y está bien, no siempre se pueden hacer las cosas como se planean, pero después visité el lugar y vi que no se estaba ejecutando correctamente: si tiras la arena muy cerca, no va a agarrar la corriente litoral y se puede quedar ahí. Tienes que llevar la arena más lejos, donde está la corriente litoral que la pueda llevar. ¿Por qué no lo hacían? Porque es mucho más caro poner mangueras hasta ese punto”, reconoció el especialista.

En Chuburná tampoco se supo cuál fue el destino del bypass. Al consultarles sobre el tema, los integrantes del Comité Náutico de Chuburná afirmaron que ninguna autoridad les explicó ni consultó nada del proyecto, lo cual para ellos fue perjudicial, pues ninguno de los especialistas que llegaron consideró sus conocimientos de las corrientes y de la fauna de la zona. 

“Ellos tiraban la arena en el lado poniente. Y nosotros decíamos que no, porque todo el tiempo tenemos el chik’in iik’, el viento del poniente. Ese viento vuelve a llevar la arena al playón, porque la corriente así va. Nosotros hablamos con los biólogos y ellos dijeron que tenían estudios. Sí tienen estudios, pero no lo viven, nosotros lo vivimos y sabemos qué viento nos afecta”, sostuvo Samuel Caamal, tesorero de la agrupación.

De igual forma, los pescadores detectaron un arrecife en el lado poniente de la escollera y advirtieron a las personas responsables que los depósitos de arena podrían afectarle. Pero no les hicieron caso. 

“Ahí había producto de todas clases, como pulpo. Pero les valió grillo. Y lo enterraron”, aseguró Daniel Pool, presidente del Comité Náutico de Chuburná.

¿Y si se pierden las playas?

Más allá de las afectaciones a las casas de las familias adineradas, cuya construcción en parte fue  causa del problema, la erosión costera puede generar daños importantes al ecosistema. 

Una de las más graves es la salinización del agua dulce. De acuerdo con Torres, conforme la línea de costa avance, también lo harán las aguas marinas y por lo tanto, habrá una tendencia a salinizar cualquier pozo, sobre todo en las zonas cercanas a la costa. 

De igual manera, se puede modificar la hidrodinámica y la calidad del agua de esa zona cubierta de manglares, que son una “guardería” para distintas especies animales. 

La fauna también resulta dañada y entre las principales víctimas se encuentran las tortugas blancas y las carey, las dos especies que anidan con mayor frecuencia en el estado, que se encuentran en la Lista Roja y actualmente están protegidas por la Norma Oficial Mexicana (NOM) 059. 

Y es que, de acuerdo con el coordinador del campamento tortuguero del Centro de Estudios Tecnológicos del Mar (CETMar) en Progreso, Carlos León, las tortugas regresan a las playas donde nacieron para desovar. 

Sin embargo, algunas de esas zonas ya no existen: se encuentran ya bajo el agua o están plagadas de geotubos y espolones. Esto impide la anidación y es un riesgo, pues si las tortugas no desovan pueden fallecer. 

Las que logran encontrar alguna porción de arena, se enfrentan con otros problemas: al contar con un espacio muy reducido de arena entre las casas y el mar, suelen hacer nidos superficiales, lo cual expone a los huevos tanto al agua como al sol y a los depredadores animales o humanos. Y al estar cerca de las viviendas, las tortugas son vulnerables a ataques de otros animales, como los perros ferales. 

Por otro lado, algunas tortugas al no encontrar playa, entran a los patios de las casas veraniegas, donde pueden lastimarse con estructuras como albercas o muros de contención de gran altura, todo eso sin contar la posibilidad de que sean maltratadas.

Tan solo en el último año, Carlos atendió dos reportes de tortugas que cayeron a piscinas, tres de exposición de nidos y cuatro de ataques de perros ferales en Progreso. 

Desafortunadamente, las tortugas no son las únicas afectadas. Las playas también son zonas de descanso de aves marinas y hay organismos que viven en el sedimento, como los llamados “wéech” (que significa “armadillo” en maya), y que son una especie de insectos que vivían en la arena, especificó el doctor Euán. 

Otra afectación que a su vez fue una de las causas, es la destrucción de la duna y la pérdida de vegetación. Sin duna, no hay flora rastrera. Sin esa vegetación, no hay forma de fijar la arena. Y la costa se queda expuesta a vientos y oleajes fuertes.

La erosión también ha impactado a pescadores, que antes resguardaban sus lanchas en las playas y ahora deben tomar otras medidas. No hay un conteo de cuántas casas se han derrumbado por los efectos de las mareas, o cuántas ya tienen el mar prácticamente en el patio. 

Lo que sí se sabe es que ese patrimonio se encuentra en la incertidumbre, pues de acuerdo con las leyes mexicanas, los 20 metros que comprenden desde donde rompen las olas hacia tierra adentro son parte de la Zona Federal Marítimo Terrestre (Zofemat). Es decir, técnicamente, las propiedades afectadas por la erosión se encuentran en territorio federal. 

“Si las autoridades federales se fueran a la vía legal, esos predios donde ya rompen las olas ya no serían propiedad privada, sino propiedad de la Nación. Suponemos que el Gobierno Federal no ha intervenido porque son demasiadas casas las que se encuentran en esa situación en Yucatán, y seguramente se detonarían miles de amparos para proteger el patrimonio”, explicó Luis Brito. 

La solución en el limbo

¿Las playas que ya se perdieron se recuperarán algún día? ¿Se puede evitar que otras zonas sean comidas por el mar?

Los especialistas dicen que sí, pero no son muy optimistas por los costos tanto económicos como sociales que implican  las medidas efectivas para combatir el problema. Enfatizaron que ninguna medida a corto plazo, pensada para una sola zona, que no cuente con el equipo y personal adecuado para su manejo, funcionará.

Una de  las ideas barajadas es el rediseño de los puertos de abrigo, con estructuras que permitan el transporte de sedimentos, y con la apuesta por la llamada “ingeniería suave”: nuevas tecnologías desarrolladas con plantas, como los pastos marinos o la vegetación rastrera de duna. 

Otra fue la creación de dunas artificiales o la regeneración del sistema playa-duna, ya sea mediante la demolición de las viviendas que ya tienen daños irreparables o mediante un relleno de arena, para que se pueda sembrar vegetación y reproducir todo el sistema. 

Pero en lo que se cumplen esos sueños, los expertos recomendaron eliminar las estructuras que impiden el transporte natural de sedimento, realizar estudios globales de la dinámica costera yucateca y reformar los reglamentos de construcción en la costa (el Poetcy), para impedir las construcciones en zonas vulnerables propensas a la erosión y a la inundación. 

Euán también sugirió que ya no se permita la construcción de accesos lineales a la playa, sino que todos sean diagonales o “con forma de ese”, para no propiciar el tránsito del agua y la erosión. 

Por su parte, Brito recomendó que en zonas cercanas al mar, solamente se aprueben construcciones en palafito, aquellas elevadas y no al nivel del piso, para respetar la vegetación de la duna y permitir el flujo de arena y agua. 

Unos cuantos fueron más drásticos, y recalcaron que es necesario prohibir la construcción en la franja costera. Como Appendini, quien reiteró la fragilidad e importancia del ecosistema playero. 

“Cuando somos chiquitos construimos castillos en la arena y si se caen no pasa nada, porque sabemos que eso va a pasar. Construir una casa en la playa es lo mismo. Hay que ser conscientes de eso. Hay que respetar el sistema natural y construir acorde a la naturaleza. Ahora se habla mucho de soluciones basadas en la naturaleza, pero antes de llegar a eso, deberíamos construir con la naturaleza”, sentenció. 

*Este reportaje fue publicado originalmente en Causa Natura Media.

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