Género y Derechos Humanos

Toj Óolal Puksiik’al, un impulso para que mujeres rurales defiendan sus derechos

Por Darcet Salazar

Más que un apoyo o refugio para la mujer rural en dificultades, la Casa de la Mujer Maya “Toj Óolal Puksiik’al”, ubicada en San Antonio Sihó, se ha convertido en un parteaguas para el empoderamiento de las mujeres en el interior del Estado, dándoles las armas para luchar por sus derechos, así como también la fuerza y entereza para combatir la violencia de la que han sido víctimas por años.

Tras abrir sus puertas en el 2008, han auxiliado a más de cuatro mil 500 mujeres, niñxs y adolescentes que han sido victimas de violencia, además de brindar atención con respecto a la salud sexual y reproductiva, inculcando la salud integral desde el enfoque de los derechos humanos con igualdad y equidad de genero.

Foto: Darcet Salazar

María Margelli Yadira Collí Huchim, representante “Toj Óolal Puksiik’al”, señaló que a pesar de que la violencia a las mujeres indígenas se ha incrementado por lo menos un 50 por ciento en los últimos años, aseguró que dicha problemática es muy difícil de combatir, ya que muy pocas se atreven a denunciarlo, debido a la discriminación y falta de empatía por parte de las dependencias.

“Hemos intentado por todos los medios que las mujeres sobre todo en las comunidades rurales no normalicen la violencia que viven en sus hogares, por lo que proporcionamos asistencia jurídica, acompañamiento legal, y ayuda psicológica entre otros servicios, sin embargo, donde hemos detectado que la mayoría de las agresiones son por parte de sus maridos, pero al momento de querer denunciarlo solo reciben menosprecio, discriminación y revictimización por parte de las dependencias, donde incluso se les cuestionan sus declaraciones”.

Continuó “es lamentable que hasta ahora todavía haya una falta de acceso a la justicia para las mujeres mayas, pues las instituciones que deben garantizarla no han cumplido con sus obligaciones, comenzando con que, no haya intérpretes maya hablantes en las principales instituciones y dependencias, es por eso que acuden a la casa de la mujer indígena, para que aquí le demos fuerza a su voz y aunque no nos consideran intérpretes porque no tenemos una certificación, nosotras acompañamos a las denunciantes y además de traducirles también les explicamos los términos jurídicos para que puedan entender lo que les están diciendo”.

Foto: Darcet Salazar

Collí Huchím, comentó que, esto ocasiona que más de 80 por ciento de las mujeres desista de poner sus denuncias o seguir con el proceso, sin embargo, en los últimos años, el pensamiento de las mujeres a cambiado, ya que cada vez más van perdiendo el miedo a denunciar, pues se les ha mostrado el camino de como detectar y salir del circulo de violencia.

“Ahora las mujeres de Halachó y Maxcanú y las comisarías que pertenecen a estos municipios, con el apoyo constante que se les ha brindado saben que pueden denunciar y hablar sin que les pase nada, por lo que se esta visibilizando la situación de violencia que viven las mujeres rurales, e incluso algunas han perdido el miedo enfrentando a sus esposos, padres y hermanos y buscan apoyo” dijo.

Sin embargo, manifestó que todavía hay muchas mujeres que sufren de violencia extrema y no se atreven a levantar la voz, esto debido a que no se les brinda medidas cautelares cuando deciden denunciar.

“Cuando una mujer acude a la policía esta tarda en llegar a la casa de la víctima esto debido a que algunos lugares quedan lejos y al haber pocas unidades estas solo dan algunas vueltas para ver que no hayan conflictos y se quitan e incluso en algunas ocaciones les dan preferencia a los hombres y se quitan, esto hace que ellas no vuelvan a llamar y acepten según el destino que les toco vivir, pero esto debe cambiar”, aseveró.

Foto: Darcet Salazar

Por otro lado, enfatizó que, un problema que persiste en las comunidades rurales es el embarazo en adolescentes, lo que ocasiona deserción escolar, y en muchas ocasiones son obligadas a contraer matrimonio, por lo que han trabajado mucho en la prevención con talleres y pláticas de educación sexual en las secundarias.

“También apoyamos a las jovencitas para que sigan con sus estudios, incluso hay niñas que deciden criar a sus hijxs como madres solteras, aunque en los pueblos es mal visto el aborto, sobre todo por las creencias religiosas, ocasionando que, a pesar de su corta edad y no tener las condiciones económicas para sacarlos adelante, decidan tener a sus bebés; sin embargo, en la agrupación estamos retomando el tema del aborto pero discretamente, ya que todavía existe un tabú en torno al tema”.

Destacó que, desde el Congreso del Estado, así como el gobierno estatal y ayuntamientos, se deben crear leyes que protejan el bienestar de las mujeres indígenas, que garanticen el acceso a la justicia y promueva la construcción de nuevas casas para la mujer Maya en todos los municipios del interior del Estado.

Foto: Darcet Salazar

“Esta, forma parte de las únicas dos casas de la mujer maya que existen en el Estado y forman parte de la Red Nacional de Casas de las Mujeres Indígenas y Afromexicanas (CAMIS) a nivel nacional, sin embargo, aunque pertenece y son promovidas por el Centro Alternativo para el Desarrollo Integral Indígena (CADIN), estas no son suficientes para la defensa de las maya hablantes de los 106 municipios, el año pasado atendimos a 365 mujeres en escucha inicial (primera vez), 20 en asesoramiento legal, 25 acompañamientos, donde se les a canalizado en la fiscalía general del Estado, Centros Regional Violeta, Hospitales psiquiátricos y juez de la paz entre muchos otros, sin embargo, esto debería replicarse en cada municipio, para erradicar la violencia hacia la mujer rural” expuso.

Foto: Darcet Salazar

Por otro lado, puntualizó que, la violencia en los hogares de comunidades indígenas no sólo afecta a las mujeres víctimas de las agresiones, sino que, además repercute en la salud mental de las infancias y su comportamiento.

Esta violencia que sufre la mujer rural, está dañando también la integridad emocional de lxs pequeñxs, ya que notamos que al estar presenciando estos maltratos, se da un desequilibrio psicosocial, ya que o se vuelven retraídos y miedosos o violentos, volviéndose incluso agresores de sus madres o hermanas y las niñas tienden a repetir el patrón que sus madres al casarse” finalizó.

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